Una de las historias que mejor resume el peligro que puede
representar el ser humano cuando lleva a cabo actividades descontroladas y
sustentadas en la ignorancia es la del Caracara de Guadalupe (Caracara lutosa, Figura 1), o Queleli, como era
llamado. Una triste historia que no va más
allá de 31 años, en la remota isla de Guadalupe, el punto más occidental del
país, en las aguas territoriales del estado de Baja California.
Figura 1. Dibujo de Queleli, especie endémica y ahora extinta de Isla Guadalupe. Imagen tomada de: http://conabio.inaturalist.org/taxa/4713-Caracara-lutosa
El Queleli (Figura 2) era similar en tamaño a los Caracaras norteños (Caracara cheriway, Figura 3), pero diferían en
coloración, siendo más claros que estos últimos, sólo la cresta, las plumas del
vuelo y escapulares eran café oscuro, mientras que el resto del cuerpo café
claro barrado, por lo que recuerda más en esto a algunos ejemplares del
Carancho (Caracara plancus, Figura 4) que
habitan en la Patagonia.
Figura 2. Fotografía del Queleli, ejemplar en exposición en el Museo Roger Williams en Rhode Island, Estados Unidos. Imagen tomada de: http://www.birdzilla.com/blog/2014/03/29/north-to-new-england/comment-page-1/
Fue descubierto para la ciencia por el Dr. Edward Palmer en
1875. Él indicó que eran muy abundantes en toda Isla Gudalupe y que los
habitantes las cazaban y envenenaban porque atacaban a las cabras, pero a pesar
de ello su tamaño poblacional parecía no verse afectado. Eran, además, según el
relato del Dr. Palmer, tan abundantes y voraces que los lugareños tenían que
defender a las cabras, sobre todo a las crías que quedaban desamparadas, por lo
que no perdían la oportunidad de matar uno cuando la tenían. Catorce años
después, el Dr. Palmer volvió a visitar la isla, sin poder encontrar ningún
ejemplar.
Figura 3. Caracara norteño, nótese el plumaje más oscuro y mayormente sin barras.
No sólo la cacería y envenenamiento hicieron todo el trabajo,
las cabras incrementaron su número y consumieron gran parte de la vegetación,
con lo cual el hábitat del Queleli y muchos otros organismos se vio
deteriorado. Y pese a que no hay evidencia, no resultaría raro que las ratas
introducidas en la isla hayan podido consumir los huevos. Con todo esto, los
días del Queleli parecían estar contados.
Figura 4. Algunos Caranchos en la parte más sureña de su distribución, como el de la fotografía, presentan una coloración similar a la del Queleli. Imagen tomada de: http://prometheus.med.utah.edu/~bwjones/2006/11/crested-caracara/
También en 1889 el Dr. Walter E. Bryant visitó la isla,
encontrando al Queleli poco abundante y todavía siendo perseguido por los locales.
Cuatro individuos fueron reportados en 1896 por cazadores de cabras; Henry B.
Kaeding vio uno el 22 de marzo de 1905; 13 fueron vistos el primero de
diciembre de 1900 por Rollo H. Beck, quien los encontró a su llegada y pensó
que eran comunes, dando cacería a 11 de ellos para colecta científica, esa fue
la última vez que un ornitólogo competente vio alguno, quizás estos eran los
últimos individuos que quedaban en la isla.
En el año de 1906, W. W. Brown y H. W. Marsden pasaron dos
meses en Isla Guadalupe, en los que recorrieron la isla por completo y no
vieron alguno, incluso mataron cabras y sus cadáveres fueron expuestos en
puntos donde los Queleli pudieran detectarlos, pero no tuvieron éxito. Treinta y
un años después de que la comunidad científica lo conociera, su historia había finalizado.
Dada la lejanía de Isla Guadalupe y del poco tiempo que
sobrevivió desde que fue descubierto, fue poco lo que pudimos aprender del
Queleli, pero una lección no se debe de olvidar, la ignorancia es un temible
mal que puede volver en nuestra contra hasta la más útil de las herramientas y
debemos combatirla con todos los recursos que tengamos.